José Briceño Diwan

hace 3 años · 6 min. de lectura · ~100 ·

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Realidad a la venezolana

Realidad a la venezolana

 

Día 100b

Estos tiempos han demostrado que, como decía García Márquez, las diferencias entre la ficción y la realidad lo son solo de forma, lo que quiere decir que en el fondo son la misma cosa, por otra parte otro poeta ; Joaquín Sabina asegura que la verdad no es más que un cabo suelto de la mentira. Ante el panorama estas dos sentencias cobran una inusitada relevancia, aunque parezcan sacadas de contexto al elevarlas de la poesía y la prosa para darles ubicación dentro del terreno de la realidad, la situación venezolana le da varias vueltas y aun así parece faltarle sustancia a los poetas para darles la justa medida ante esta cuarentena venezolana.

Esta mañana salí a la ciudad a realizar diligencias y aprovechar para evaluar la situación, mientras caminaba hasta la parada del bus esperaba encontrar una ciudad vacía, con policías vigilando el correcto uso del tapabocas, la distancia social, camiones voceando instrucciones sobre la peligrosidad del virus, quizás hasta grandes parlantes en cada esquina repitiendo alguna cadena presidencial, en fin, un emulo de lo que fueron aquellos primeros días de la neurosis pandémica que se desató la primera semana. Llegué a la parada y me fui en una unidad que si acaso llevaría diez pasajeros, al ver cuán pocos íbamos pensé que quizás se acataría la cuarentena, el desengaño llegó pronto pues antes de salir a la carretera (fuera del barrio) subieron al autobús no menos de veinte personas, eso en una unidad para 32 eran muchos más de los recomendados por aquello de la distancia segura entre personas, varios iban de pie, como iba entretenido escuchando a Pearl Jam gritando por mis audífonos como algún loco se creía bendecido por cargar una pistola al cinto con la cual matar a todo aquel que lo molestase e imaginando como seria ajustarlo a esta realidad tropicalizada en vez del frio país donde se grabó eso en el milenio pasado , no subí la mirada hasta que estaba cerca de mi destino, ahí descubrí que en alguna parte del recorrido subieron muchos pasajeros más con lo que la unidad parecía estar en la hora pico de la época en que trabajábamos y cumplíamos horario, de los muchos solo diez (si acaso) usaban el tapabocas de manera correcta, el resto o bien no se cubría la nariz o simplemente les protegía la barbilla, es que eso es muy molesto.

Al bajar en la parada había sin mentir , multitudes transitando, un revoltijo de gentes buscando cosas de comer y comprando lo necesario para la despensa, realmente no vi paseantes, todos estaban haciendo algo importante, ahí me sentí algo mal pues yo iba a revisar mis redes aprovechando la existencia de señal móvil suficiente como para explorarlas, comprar cigarrillos de contrabando porque para legales no alcanzan los fondos y revisar mis cuentas bancarias en algún cajero automático, realmente nada urgente aunque necesario, sin cigarrillos nadie se muere aunque a decir verdad hay que buscar algo de calma y si la nicotina me la ofrece no tiene sentido negármela, solo por eso terminé comprando un kilo de harina de maíz y algo de pan. La fulana súper cuarentena solo es para el sistema de transporte extraurbano, de resto parecía un viernes de quincena de tiempos añejos donde la gente gastaba en asuntos intrascendentes, hoy pues lo hacían en cosas de comer pues eso es lo más urgente, luego me enteré que el estado había regalado un bono carnet de la patria mediante y los pobres pensionados recibían el triste monto de su sueldo básico que cobran como premio por sus treinta años de servicio (2$) , eso explica a medias la estampida en la calle, había algo de dinero y en este país toca gastarlo todo de inmediato, no vaya a ser que decreten algún aumento, se queme el banco central o los comerciantes decidan solo aceptar dólares, hoy puedes comprar un pan, quizás mañana el precio aumente el doble , así que gasta que algo queda.

Uno de los asuntos más interesantes es ver como ha pasado a ser todo tan normal en este país, no hay ataques de neurosis, todos aceptan andar con tapabocas, correr a casa antes de mediodía porque lo más factible es que el transporte desaparezca, que existan colas para la gasolina, todo aquello que a cualquier habitante de un país medianamente funcional (Digamos que Colombia por no ponerme exquisito a hablar del primer mundo)le parecería una pesadilla continuada digna de cualquier exageración cinematográfica , acá es ya de lo más normal.

Luego de mucho caminar por las céntricas calles de la ciudad donde vi que la supuesta histeria que supuran las cadenas gubernamentales de todas las tardes ya no afectan a nadie, no existe la logística de los primeros días de la cuarentena y ni a los policías parece importarle mucho a cosa, eso sí, en los negocios siguen estando las puertas vigiladas bañando las manos de todos con un líquido que a fin de cuentas no sé qué es pero ellos dicen que es alcohol diluido en agua, debo admitir que una profunda grima me acosa cada vez que tengo que verme en el caso de dejar que me rocíen las manos, pero entre eso o utilizar guantes prefiero tener un pañuelo con el que limpiar mis manos. Lo más curioso es que ya no vi máscaras integrales, pañuelos cubriendo cabelleras, no hay muestras de neurosis, solo tapabocas, imagino que para poder entrar de compras.

Hubo un par de momentos donde me detuve cierto tiempo, la primera vez a revisar mi teléfono y responder algunos mensajes, fue en la antesala de un local cerrado, habían otros dos señores en lo mismo que yo , quizás se conocían porque discutían sobre la veracidad de lo que anuncian, uno de ellos se quejaba porque no pudo ir a trabajar, explicaba que ganaba por día y no llegar significaba perder el día y por tanto algo de ingreso que tanta falta le hacía, en eso ambos se destaparon a despotricar sobre la falsedad de la especie, decían que era una mentira urdida para tenernos más sometidos ante la posible explosión social , por suerte tenia los audífonos puestos y ellos pensaban que no los escuchaba, además estaba concentrado respondiendo mensajes , revisando mis redes y haciendo publicidad a esta publicación que espero salga en forma de ebook pronto (gracias por comprarlo por cierto) , lo de los audífonos es una técnica de aislamiento que uso siempre, sobre todo en mi trabajo para que no me vengan con temas de conversa que me importan muy poco, es que todos son chismes que a fin de cuentas no tienen mucho sentido sobre todo porque jamás tengo idea de lo que hablan, ahora la utilizo para saber que se conversa en la calle pues por aquello de la represión nadie habla con extraños.

Luego hice una cola para comprar pan, ahí tenía un señor adelante con quien conversé sobre lo caro que ahora sale tomarse unos tragos , además ahora para comprar cervezas toca moverse como si fuese a comprar drogas haciendo que una vulgar y silvestre (aunque exquisita) tercio cueste la cuarta parte de mi quincena , ante eso y por molestar le comenté a mi interlocutor que lo más sano era conseguir unas semillas de marihuana , total salía más barato y con eso además prevenimos el cáncer, el tipo se rio para continuar la conversa sobre lo cuesta arriba que es la vida y le dio otra vez sobre la falsedad del coronavirus, ahí le dije que estadísticamente hay más muertos por fiebre amarilla que por coronavirus (0,013% del país está contagiado y de esos el 1% ha fallecido según cifras oficiales, eso no aplica como pandemia), ahí la risa fue nerviosa pues (imagino) pensó que estaba ante un periodista , para cerrar le confesé que era profesor universitario y que cuando trabajaba en eso lo más normal era dedicar cuando menos un día cada quincena al trago y la conversa con los colegas sin que eso traumatizara el ingreso familiar, en eso entré a la panadería, compré el pan y me fui.

Llegando a la parada (unos ochocientos metros adelante) un hombre de estampa humilde y acento extranjero no sé por cual razón buscó conversación pero lo interesante es que no habló del virus, hizo un pormenorizado detalle de los malandros que conoce y además contaba como en una población cercana el hampa tenia tomada la poblada bajo la égida del estado, así mismo comentaba como varios fulanos dominaban el bajo mundo en la Guaira y uno de ellos era su buen amigo con quien antes hacían venta de puerta en puerta pero ahora este manejaba una camioneta del año con escoltas incluidos, nunca supe por cual razón ese tema debía interesarme, pero apenas pude le saque el cuerpo y abordé el autobús que me llevaría hasta la casa, hay mucha gente rara, por lo que se tengo estampa más de policía que de malhechor, aunque en estos tiempos parecieran ser lo mismo y quizás el hombre buscaba hacer contacto conmigo para intentar algún negocio extraño, no sé, en todo caso espero no volver a verlo, sería muy mala suerte evitar contagiarme de corona-virus

Memorias de la pandemia

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Este día número 100, ha sido bastante extraño, salí pensando encontrar calles desiertas y me tropecé con multitudes, comprobé que no estoy solo en esto de pensar que la cuarentena es una idea bastante malévola para quebrar la empresa privada y controlar las masas , de paso ahora hasta me confunden con algún mafioso de este tercer mundo. Realmente este día pareció sacado de algún texto de García Márquez solo que desangelado por la falta de una Remedios (aunque por la tarde, vía whatsapp hablé con una), aunque si lo pongo en términos de la crítica literaria, esa que dice que todo acto literario está basado en algo sacado de la realidad, en este caso puedo contar este día 100 como un capítulo de la misma mentira a la que se le comienzan a ver los cabos sueltos y una realidad que bien podría ser parte de cualquier ficción.

José Ramón Briceño

23-06-2020

Estos y otros textos pueden encontrarlos acá 




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