Miguel Orellana

hace 2 años · 12 min. de lectura · ~10 ·

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“Elena, La Mujer que nunca Tuve” (Diario de un amor dimensional). Resumen de la 3ra entrega.

“Elena, La Mujer que nunca Tuve” (Diario de un amor dimensional). Resumen de la 3ra entrega.

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(Pag.21-30 del diario). Por el Prof. Miguel Orellana.

 

Pasaban los días y yo aún seguía en el hogar de Elena, y a pesar de que ella a veces se sentía incomprendida por quienes no la ven como alguien fuera de lo común yo la entendía perfectamente; ella no era problemática, ni celosa, ni una sociópata que buscaba frenéticamente el amor por todos lados, y en realidad no sé si yo sea un amor; ella siempre fue libre como lo son las nubes cuando aparecen para ser vistas y apreciadas y se van cuando solo quieren algo de soledad, y Elena se dejaba mostrar tal y como era, y si había algo que debía cambiar solamente se lo hacía saber por medio de algunos escritos, no a través de mi hablar, porque como escritor sé que el sonido de las voces pueden distorsionar lo que realmente uno quiere decir para el bien del otro, es como cuando tú le dices a alguien “tengo que aceptarte para luego quererte” (una frase que muchos le decían a mi padre, y ahora algunas personas me la dicen a mí, y esta vez yo se lo digo a Elena), ¡ja!, son como pruebas que la vida nos repite constantemente por la forma en que uno es, sincero, soñador, solitario, realista y ermitaño, y quizás esos sonidos de las palabras cuando salen de nuestras gargantas produzcan algún tipo de confusión en la persona, pero si lo dices por medio de la escritura tienes más tiempo para pensar y agregarle o quitarle algunas palabras, entonces quedaría el mensaje más delicado, puro y subliminal e indirecto, y se congregaría de esta forma, “me basta con que seas diferente, y a pesar de todo tengo que aceptarte para luego amarte, pero si esa es la condición para que puedas estar a mi lado aunque a veces no podamos establecernos mutuamente debido a esas soledades que nos recuerdan quienes éramos, lo haría sin pensarlo, porque sé que siempre existirá ese pequeño instante en que cada noche tú me buscas y es cuando te abrazo, te beso, y te hago el amor para que me recuerdes el día en que discutamos o no seamos a lo que solemos ser; al final, somos lienzos blancos pintándonos a cómo vaya viniendo la vida, porque a veces creo que tú eres la vida misma,  y yo, aceptándote por cada beso entregado”

 

Habían momentos en que yo extrañaba el calor de mi hogar, para no decir que solo quería llegar a mi apartamento para gritar - ¿Dónde estás soledad?, porqué te escondes de mí si todavía no he dimitido sobre ti, cómo es que te escondes tan bien sin que me dejes un rastro para atraparte de nuevo; entonces llegaron las dudas a mi mente y las vivencias abstractas con Elena, y quien comandaba las legiones entre las emociones y los sentimientos era mi alma mas no el espíritu que me acompaña realmente cuando me encuentro netamente solo más un computador para escribir mis confusiones; veía a mis aposentos regocijándose por lo que soy, un hombre que buscaba el amor latente pero que a la vez se quedaba vacío cuando expresaba lo que podía sentir, y quizás desde lo profundo de su ser; y fue cuando apareció el espectro de la Soledad asomándose cuando me dirigía otra vez para el hogar de Elena, y me dijo, - No me escondo de ti, porque por ahora lo que tú buscas es una piel para tocar y sudar, y solo te pongo a prueba para ver si me extrañas; en ese instante recogí algo de ropa, mi diario, un paquete de cigarrillos y la cámara Canon, y le refuté a la Soledad, - No te confíes tanto, porque Elena reza por mí, al menos que ella sea una Mefistófeles para atrapar mi alma por completo y ser de ella nada más; así que cerré todo, caminé entre vuelos de gaviotas y sonidos de arenas, y llegué al hogar de ella otra vez, la busqué y no estaba, sentí un susurro, me dirigí al cuarto y la encontré justamente rezando, y me dijo, - ¿Qué haces?, - Te tomo una foto, - ¿Por qué?, - Porque te ves muy sensual rezando en ropa interior negra; que ironía, como si el diablo rezara en el cielo, y con todo y eso pudiera hacerlo, porque fue un gran ángel de la creación, y Elena me preguntó, - ¿Rezarás conmigo?, - No, por ahora te veré; era verla y excitarme, y algo loco pasaba por mi mente (“...y así como Dios ve a uno de sus hijos que desterró a los infiernos, y con todo y eso lo sigue viendo, veremos los herederos del pecado seduciéndonos...”); y Elena rezaba, y lo juro, yo quería rezar junto con ella, pero no podía hacerlo, y ella me preguntaba qué porqué no podía, y le cuestioné, - ¿Cómo puedo rezar frente a quién me lleva a los lugares más exuberantes de los avernos carnales?, y más aún cuando te veo rezando en ropa interior negra como llevando mi mente a la misma Sodoma y Gomorra, cuando quiero salvarme de las bolas de fuego, y a la vez quemarme con ellas.

 

    

 Últimamente Elena había entrado a una fase de creencias religiosas, en su gran mayoría todos los seres del planeta de por sí se bautizaban o aún se bautizan como católicos, pero lamentablemente nadie e inclusive los padres te esperan hasta que tú puedas tener uso de razón, algo de conocimiento y de lógica sensorial aunado al sentido común para que elijas realmente en quién creer y a quién entregarle esa devoción que se mueve por medio de la fe y de la esperanza hacia todo aquello que buscamos constantemente, porque cuando “buscamos” solemos mirar algo fijo y eso puede significar mirar a un ser llamado “Dios”, “Jesucristo”, “Buda”, “Santos”, “Vírgenes”, o hasta las mismas estrellas para conectarnos con ese “universo” que vemos y que si lo piensas bien ya éste está mirándonos cuando nos vemos en el espejo, y pienso que la falta de elección hacia esas religiones es porque quienes tuvieron la dicha (sin que suene a “ego”, sino por el amor entregado, “si es que sucedió”) de criarnos no nos dieron un espacio en el tiempo para que nosotros hubiésemos podido elegir, sino que simplemente fue interpuesto, pero ya de adultos es nuestro derecho desaprender para luego aprender cosas nuevas o reforzar lo que tenemos; y ahí es donde entra esta mujer, Elena estaba en esa etapa donde se la pasaba ahora viendo películas cristianas y otras veces eran tramas basadas sobre “El Libro de Mormón”, el cual escribió ese profeta llamado “Joseph Smith” a través de unas placas de oro que el mismo hijo de Mormón (El Ángel Moroni) le dijo dónde encontrarlas para así traducirlas a la lengua actual y restaurar la verdadera cristiandad de “Jesús” en la tierra, y yo la acompañaba a ver esas películas, la apoyaba y la tocaba disimuladamente para ver si ella permitía que los pecados del hombre la excitara mientras se la tiraba de santa, y cuando nos íbamos a la playa me encantaba verle sus piernas, era una medida exacta donde no eran ni gordas ni muy flacas, eran perfectas para rozar mi mano paso a paso hasta llegar a ese punto débil y así lograr que soltara ese libro mormón cristiano donde muchas veces yo era el demonio, pero cuando caía la noche en la playa, y quedábamos solos, y nos desnudábamos frente al mar, ella era realmente la reina de mis infiernos (y su fe cristiana se iba al carajo), ¡pero sus piernas!, ¡Dios santo!, sus piernas me excitaban mucho, ese brillo me enloquecía, esa piel llamativa aparecía en mi mente durante los baños en mi ducha en soledad, o quizás es porque sus piernas eran la carretera para seguir cayendo a ese abismo endemoniado, esperando no ser detenido por ninguna alcabala en su nueva etapa de la cristiandad.

 

Invité a Elena a un restaurant donde siempre suelo ir, le dije que me encantaba las comidas de dicho lugar, y aunque muchas veces ella era medio arisca con las degustaciones y ciertos platillos accedió para acompañarme; lo que pasa es que desde que nos conocimos se había acostumbrado a mi forma de cocinar en esos instantes en que estábamos juntos para dejar de ser personas solitarias y olvidadas por las emociones compartidas, y ella disfrutaba cada vez que yo me ponía a cocinar, ya que desde muy niño yo le agarré ese gusto por la cocina para preparar diferentes platos que se nos presenta durante nuestro desarrollo, y debo admitir que ella cocinaba pésimo, pero se conformaba con la simplicidad de las recetas, y eso me recuerda que muchas veces en lo sencillo e insignificante de algunas cosas podemos encontrar grandes momentos de apreciar lo que llega de esa forma, porque eso nos regala felicidad y satisfacción; así que para salir de esos espacios donde ella suele ser el postre al final de cada preparación de mis comidas, nos fuimos para ese restaurant, al llegar nos sentamos, pedí un café para mí y un té de limón para esta mujer, y en eso vi que Elena se había puesto algo nerviosa por uno de los meseros, su cara cambió, ella se puso algo seria, pero a la vez expresaba algún tipo de sentimiento, lo podía oler, brotaba desde su piel erizada, o quizás era yo que veía las cosas desde otra perspectiva como cuando un león ve que un tigre mira a una leona pero no para devorarla, sino para degustarla y saborear lo distinto, no soy hombre de estar celando, y más que nuestra relación era algo disfuncional, por ende, solo dejé que ella mirara lo que tenía que mirar, o simplemente superara para quizás dejar ir, y yo solo la observaba, desde ciertos celos sobre mis silencios.

 

Después de aquella comida en aquel restaurant que siempre me ha parecido intrigante por el nombre que lo identifica como “Los Mundos Paralelos” me acerqué hasta la caja y pagué la cuenta mientras charlaba con ese mesero que puso nerviosa a Elena, y a la vez ella estaba esperándome en las afueras de dicho lugar fumándose un cigarrillo, como quizás evitando cruzar palabras con el pasado (¡digo yo!), y pude mirar también estos espacios donde pude ver algunas fotos colgadas en la pared de ese perro que una vez me miró feo cuando salí a comprar dispensas para tener en mi hogar, y lo más extraño es que al ver esas fotos había un hombre solitario caminando con ese perro, y él con la punta de su dedo índice señalaba hacia las estrellas, y cuando miré el techo del restaurant me percaté que había una galaxia enorme pintada por quien menos pensé, porque al ver la dedicación de la pintura mis ojos se estremecieron al leer lo siguiente, “Con amor te dejo esta pintura que proviene de mi mundo, porque en el pasado fui tuya como una flor de cerezos, Atte. Elena”, y yo solo respiré al leer eso, pero era pasado, y luego leí un pensamiento de ese hombre con su perro bajo la dedicación de Elena, y decía, “Yo la veía a ella como solía ver a las estrellas, porque cuando miramos estrellas solemos ver más allá que nuestra propia realidad, porque siempre habrá quienes quieren alcanzar lo jamás tocado por el humano, y me refiero a esa divinidad entre la paz y el amor absoluto, y los que vemos más lejos que cualquiera nos tienden a confundir con seres soñadores, cuando que en realidad quizás seamos seres de otros espacios del vasto universo, solo que vinimos a recordar lo que antes nos definía como humanos, o quizás era que yo que quise buscarla a ella entre humanos”; y me quedé perplejo con ese pensamiento, se me venían miles de historias, agradecí al mesero y éste me abrazó, no sé por qué lo hizo, me fui de ahí, agarré la mano de ella y miré al mesero como diciendo “Ella es mi Elena”, cuatro palabras que jamás pensé decir, y cuando llegamos a mi apartamento se tiró al suelo de mi cuarto estudio como si tuviese un poco nostálgica, y yo solo escribía para expresar lo que siento por ella, esperando que quizás compartiera conmigo lo que a lo mejor no quería ni saber. 

 

Me disponía a escribir algo sobre cómo serenar la mente y en eso me llegó un sonido silencioso que era demasiado perturbador, y me preguntaba si Elena se había ido de mi apartamento, cuando salí del cuarto estudio ella estaba viendo algunas fotos de ciertos álbumes que tengo guardados en un mueble de madera de pino, solo la observaba desde lejos para no interrumpir su curiosidad, y en eso Elena sacó una foto especial y me preguntó, - ¿Dónde queda esta cabaña y este lago?, no sabía qué responderle, no porque no supiera, sino que no quería volver al pasado, ella se levantó, me miró a los ojos, y volvió a preguntarme pero esta vez más decidida a convencerme, - ¿Esta cabaña es tuya?, ¿me llevarías?, y pensaba que dentro de las insistencias a veces logramos que otros sigan sin olvidar lo que ya se daba por sentado dentro de los finales, pero yo hacía cualquier cosa para complacerla, y le respondí, - Queda a 4 horas de aquí, vistió su desnudez, agarró su cartera y me puso la llave de mi vehículo en mis manos, ¡qué mujer tan inquieta!, nos fuimos y mientras ella disfrutaba yo seguía tratando de no estar en aquel lugar, pero a fin de cuenta después de tener un sexo faraónico ella me dio un beso y se sentó en aquel muelle frente al lago a reflexionar sobre si alguna vez el verdadero amor podría acabar con tantas desdichas entre los humanos, y aunque no fuese ese su pensamiento quizás lo era, o era que yo me imaginaba una idea de gran magnitud, a lo mejor ella solo quería respirar más y vivir tan libre como lo hacen los pequeños botes abandonados que navegan entre océanos sin temor a nada, y no me sorprendería que ella tomara ese bote y se fuera para no volverla a ver, no porque le diera motivo, sino que ella también le encanta ser una viajera y conocer otros secretos que esconde la vida y la muerte.

 

Yo estaba seguro de que algún día Elena se iría de mis brazos, nuestra relación era muy extraña y a la vez con mucho sentido común, nosotros no nos sofocábamos sino que sabíamos los límites de cada uno con respecto al bendito amor, y jamás desde que empezamos a salir nos comprometimos a nada, decidimos entonces seguir siendo dos almas libres que vagan por el universo donde sueles ver estrellas fugaces de vez en cuando, pero en el momento en que las ves puedes aprovechar al máximo esa belleza que se hace tuya desde el corazón; ninguno de los dos nos capcionábamos ni nos poníamos excusas estúpidas para querer más del otro, si queríamos sexo lo teníamos, si queríamos amor nos dábamos amor, si queríamos ser amigos éramos los mejores amigos del mundo, hasta incluso podíamos hablar de alguien que hasta nos llamaba la atención y lo hacíamos sin ningún problema ni ningún tipo de celos ridículos; Elena me buscaba cuando su soledad le gritaba que ya no podía seguir así, y yo la buscaba cuando ese cuadro del hombre solitario guindado en mi cuarto me refutaba que yo tampoco debía ni podía seguir así, pero eran momentos nada dramáticos y de pequeñas crisis emocionales que nos ponía en una situación delicada de querer siempre a nuestro lado a esa persona especial que te apoya, que te abraza, que te critica para bien, que te mira y te habla todo el tiempo con la verdad, y justo cuando pensé que ella se iría en ese barco abandonado y yo sin detenerla porque sé que es un alma libre me sorprendí al ver que no se fue, solo se metió al mar para soltar el colibrí que le perturbaba ese silencio de amores del pasado pero que llegaron a ser personas obsesionadas, y yo solo le daba a ella esa libertad que tanto le gusta, no existía ningún tipo de presión entre nosotros, éramos dos almas libertarias que estaban juntas cuando realmente el amor, el sexo y la vida hacía de nosotros seres totalmente incomprendidos ante esos fanáticos que dicen estar enamorados y solo lo dicen por aparentar, y ella y yo éramos tan sinceros como siempre lo fuimos y eso a veces nos alejaba de lo que éramos, pero era una relación sanamente peculiar, ni mucho ni poco, solo éramos cuando debíamos ser.

 

Elena estaba tan fascinada de ese ambiente donde yo tenía aquella antigua casa camporal que no se quería ir de ahí, al verme recoger todo ella me preguntó, - ¿Ya tan pronto nos vamos?, y su pregunta fue acompañada de nostalgia y de ciertas tristezas ligadas a una alegría donde ella se entrelazaba de una manera armoniosa como cuando uno se siente bien estando en el lugar correcto, sus ojos casi me convencían de quedarnos unos días más pero no podíamos porque la realidad nos llamaba de vuelta, a lo mejor cuando seamos mayores y podamos descansar de tanta pesadez real pueda adquirir otra casa frente a un lago por algún país de Europa, tal vez por Alemania, Islandia, Noruega, Suiza, España y hasta en Irlanda, pero eso pasará si esa mujer aún sigue aceptándome y aún sigue queriéndome; y pueda que suceda porque nuestra relación es muy abierta, madura y activa sexualmente; así que al terminar de recoger todo nos fuimos de ese pasado que a veces me arropaba pero no por mí sino que en este caso fue por Elena, al coger el camino para llevarla a su apartamento ella pasó su mano por mis mejillas y me di cuenta que lo que quería era ir a mi hogar, tomé la curva de retorno y me pidió que me parara en una tienda de pintores, ella compró unos lienzos, pinceles, y unas tintas de diferentes colores y al montarse me besó con felicidad, cuando llegamos prendí un incienso para aromatizar mi apartamento más una música de piano, y ella al ver que aún existía un cuarto vacío me dijo si podía poner sus cosas ahí, y pensé, (esta mujer paso a paso se está adueñando de mi espíritu y de mi alma), pero le otorgué el permiso y se dispuso a pintar, yo la veía relajada expresando sus emociones, y yo jamás había tenido a una interesante y terca mujer en mi vida que le gustara pintar, y eso era bueno para nosotros, más que todo cuando existía algún tipo de discusión, porque yo como escritor le entregaba mensajes subliminales cuando peleábamos diciendo algo así, “…a veces uno tiene que callar en momentos de alta tensión para dejar que el otro se desahogue y luego uno lo lleva al entendimiento para que pueda reflexionar…”, y si ella leía ese escrito me respondería con una pintura donde sale un columpio vacío y a su lado un rostro lleno de rayas, y al fondo se ven unas escaleras donde al inicio se visualizaban a dos personas abrazándose; y así era una creativa forma de discutir, analizar y de calmar nuestros pensamientos o desacuerdos, para luego terminar con un buen sexo sin nada malo que decirnos, eso era lo bueno de que los dos éramos artistas expresando emociones reales en un mundo adverso para no decir palabras que podían dañarnos, pero todavía ninguno teníamos las llaves del hogar del otro, era parte de la libertad, o quizás no queríamos apresurar nada, y otros dirían que era miedo al compromiso.


CONTINUARÁ… PERO, ¿QUIÉN ES ELENA?, ¿LA HAZ VISTO?, ¿REALMENTE EXISTE?...

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