“El Método Orellana” (Vol. V). Entrega Nro. 15: Entre El Triángulo de La Vida y El Triángulo de La Existencia.

Hace un tiempo le escuché decir a una persona que no se necesita de un propósito para que la vida o la existencia goce de un sentido exacto de ser, porque si todo lo que se hace es a razón de un “propósito de ser” desde que llegamos a este mundo, ¿qué papel juega la vida o la existencia mientras que se viaja en los senderos de los aprendizajes, el de las transformaciones, lecciones, evoluciones, y el de las enseñanzas?, pues lo más seguro para esta persona es que tanto la vida como la existencia se hiciesen polvos entre los espacios que conocemos y el tiempo que medimos porque nos hemos mal acostumbrado a que todo lo que se hace siempre requiere de un propósito de ser y no “solamente ser” sin que exista un propósito como tal. Resulta curioso que la persona que dijo esto es alguien que vino al mundo por una razón mucho antes de que existiese “la razón misma” sobre esta persona para que pudiera existir en el plano de lo físico (aunque este lo invalide al momento de ser consciente de sus pensamientos y haya encontrado sus propias razones de existir con el pasar de los años entre sus desarrollos, aprendizajes, y experiencias), pero esta persona es la misma que niega que “las razones de su existir” le pertenece al “propósito” como una planificación irrefutable de todo razonamiento omnipresente, uno en el cual existe entre todas las cosas porque es parte justa y más que necesaria entre toda planificación sobre toda la existencia que se vive (llámese idea, poder intuitivo, o actividad alegórica), solo qué, “si negamos el hecho de que todo lo que existe es debido a un propósito mucho más grande que cualquier conciencia viva, es negar que todas estas vidas son seres únicos, especiales, y conscientes (aunque vinculadas entre sí como núcleos originarios por el balance de lo causal) gracias a una conciencia superior que diseña, construye, y reconstruye desde el sentido del más puro propósito de ser”, y si no se cree sobre “la teoría del propósito” para que todo pueda darse de forma natural, es no creer en “la razón” del porqué estas vidas existen cuando que hay toda una gama de probabilidades de que no sucediese dentro del universo de lo posible; algo así como cuando insertamos un hilo en el hueco de una aguja sin estar observando lo que hacemos, sería una en un millón, y nos preguntamos curiosos, ¿cuántas probabilidades de que esto pasara entre tantos intentos fallidos?, es decir, que no todo lo que hacemos en esta vida, lo hacemos sin propósito alguno, como la persona que trataba de insertar el hilo en la aguja sin poder ver o al menos sentir si es que no ve, y no pensarás que trataba de hacerlo sin querer hacerlo, porque hasta para eso esta persona necesitó de un propósito y hacer de su idea una simple acción, en pocas palabras, “si lo que hacemos, lo hacemos así no más, sin propósito alguno, viviremos como a al pez que se coloca en el estanque y se limita a que ese espacio es solo lo que existe para su llegada”, y así como el pez se acostumbra con el paso del tiempo y acepta que solo ese espacio es lo que existe para sus observaciones, es la persona que cree que hemos llegado a solo vivir sin hacer de nuestras vidas una muestra de evolución, y por más que esta persona haga de todo un poco sin que ese todo tenga un objetivo final (¡a cómo debe ser!) desde su origen, es como quien estudia y de repente deja los estudios porque alguien le dio el chance de hacer mucho dinero sin tener un título otorgado por quien pudo otorgarle aprendizajes requeridos y no tan requeridos en su vida, o porque simplemente le agarró el gusto al dinero y no a la sabiduría que existe en el querer aprender, experimentar, y enseñar; así como a lo mejor tuvo que dejar los estudios porque no le quedó de otra por diferentes situaciones de su vida aunque “la vida” le haya dado nuevas “oportunidades” para retornar a sus viejos estudios y decir “lo logré” en vez de decir “¿qué hubiese pasado si yo hubiese hecho tal cosa?”, pero justamente cuando las cosas se dejan de hacer al momento en que deben ser realizadas, es cuando se dice, “la vida me ha tratado mal, la vida no me comprende, la vida es una luz que no veo ni al principio ni al final del túnel en el que vivo”, ¡pero no!, no es la vida la que trata mal, es la poca observación de sus señales (propósitos), no es la vida la que no quiere comprender a quien la vive, es el miedo continuo de sus enseñanzas (el ahora vs incertidumbres), y no es la vida la que prohíbe su luz a la existencia de la oscuridad, es la falta de creer que toda oscuridad se debe únicamente a la ausencia de luz a través de los pasos de su propio existir (núcleo-origen-energía), llegando de esta forma a la metáfora que “según yo” nos enseña la creación de todos los universos existentes, “toda energía es una mente que la crea; toda materia es una energía que se crea desde el ámbito de la mente que la creó; todo ciclo es una creación entre la mente y la energía; toda ruptura es un ciclo ya superado que evoluciona desde la mente de otro ciclo más grande por superar, y toda transitoriedad es una energía que se transforma desde el ciclo que se rompe para que la mente planifique nuevos propósitos sobre nuevas existencias tanto materiales e inmateriales de sus propias y más que perfectas energías”. Debemos comprender que por más que nosotros podamos “ser” sin “ninguna razón de ser”, no es lo mismo ¡pero para nada! “poder ser si tenemos un propósito de vida”, porque si no los tenemos, los caminos de nuestras vidas se harán incoloros ante millones de colores que existen sobre los espacios que caminemos, siendo esta motivante sarcástica la que nos impulse a estar por la vida como quien anda por ahí entregándose como si no valiera la pena su poca existencia en el plano de lo físico, dejando que todo fluya entonces a cómo deben fluir las cosas entre lo bueno o lo malo sin que la prevención y el análisis de los pensamientos se sujeten a una medida estándar de la lógica y de la cordura por si lo malo realmente vale la pena permitirle que se haga un hecho real o si lo bueno es tan implícito que nos hace creer que su causa no será lo inhóspito de cualquier otro hecho probable dentro de lo posible, dejando así, una discutida idea que todo lo que pasa es porque tiene un motivo de solo pasar sin más; que todo lo que ocurra (en las ocurrencias de lo malo), es porque no tiene derecho a la prevención porque así debían ser las cosas según algunos para luego aprender desde lo sucedido, y que todo lo que suceda deberá siempre pasar porque dejamos que sea la vicisitud la que se auto-abrace a los hechos de planificaciones exteriores y no a los hechos que nosotros cambiamos desde la perspectiva de nuestra planificación por si lo decidimos sacar a la mesa del juego de la vida; la cuestión es, que no muchos lo hacen, sacar a la mesa del juego su ser interior, solo esperan a que las cosas les lleguen mientras que están inmóviles en los asientos de las gramas de la dejadez, como quien se monta en el columpio que guinda del árbol y se mese para solo observar y no hacer nada al respecto (sea bueno o malo), como quien camina y no disfruta del paisaje, viviendo sin vivir, entregándose a la muerte sin motivos, pero cuando la muerte les enseña el fin de su sendero, la duda sobre “¿qué hacer después?” le vendrá como quien viene de una montaña y se dio cuenta que por dónde iba era el camino equivocado por la falta de un propósito, ese que se hace justo para que aprendiera lo que debía aprender, y es aquí donde el propósito se hace tácito sobre la existencia que nos ayuda a vivir el tiempo prudencial del universo pero que es medido sobre el tiempo corrupto del hombre; un grave error, porque si se vive así, y nada más que así, sin propósitos, es vivir sin nada de color en la vida; y aunque por una parte está muy bien que seamos el uno con el todo sin necesitar de una excusa válida que nos configure desde “el interior del ser” al exterior del mismo ser, no debemos tomar esta configuración para todo lo que se hace; en otro contexto, para ser alma con alma no se necesita de un propósito, porque como bien dicen los abogados, “será inocente de toda culpa hasta que se demuestre lo contrario”, pero ser vida con existencia, se requiere más que una buena razón de solo ser, ¡una qué por cierto!, no te la da nadie ni porque tú le debas la vida o la existencia de la misma, y esa razón de ser, es la duda que aclaras desde el momento en que aprendes a existir mucho más que solo vivir por vivir; y es simple, la vida se acaba pero la existencia siempre será eterna; algo así, como la famosa frase de Shakespeare, “Ser o no ser; he aquí el dilema”. 

- Prof. Miguel Orellana.

“Te abrazo en luz, te bendigo, y te decreto feliz vida”