“El Método Orellana” (Vol. V). 10ma entrega: El Conocimiento y El Sentir como Forma de Observación.

¿Qué tan difícil puede ser creer que nuestro mundo, “El Planeta Tierra”, llegue a un final definitivo?, y de llegar a pasar, ¿valdría la pena que otro mundo surja como una ascendencia de lo que antes existía en el vasto universo de la creación sin reescribir la historia de lo que fue?, ¿o simplemente se trata de buscar “la forma” de que todos los seres vivos que formamos parte del planeta tierra cambiemos, salvemos, y mejoremos lo que de por sí ya existe entre nosotros?, aunque “lo que exista pueda ser merecedor de llegar también a su propio fin”, un premio que se obtiene para que “lo posible” y “lo probable” haga que todo se cumpla a como debe ser, “si lo que ha de ser será (Ley de Murphy) entre lo bueno y lo malo. La humanidad en su hazaña de querer descubrir constantemente qué hay en la observación de un horizonte que se mide entre “un espacio y un tiempo” de quien observa como agregado de la misma humanidad, es que la estancia del “observador” se establece desde “su origen” con el hecho de escribir una “teoría” que tiene como único propósito hacer que “la práctica” conlleve al mismo origen a querer salir sobre espacios que no se limitan por el tiempo de lo que es, sino que los espacios son tan abiertos como la inexistencia de lo que se observa y no se siente; en otras palabras, cada espacio se mueve a según a lo que este es, porque por algún motivo es que estos existen tal y como son, y no habrá absolutamente nada que lo cambie porque su naturaleza es mantenerse desde su propio origen, cada uno a su forma, cada uno a su observación, y cada uno a su tiempo, concluyendo qué, el origen de cada parte de lo que somos no es el mismo origen de cada parte de lo que no somos, porque si nos aferramos a la idea de que todos los orígenes tienen que cambiar a la medida de nuestro espacio y de nuestro tiempo, no estamos respetando lo que se concibe desde la gracia de lo que es “su naturaleza”, y aunque esta no cambie es tan necesaria como la que pudo lograr cambiar. Algunos ambientes de nuestras vidas y existencias podrán ser rápidos, lentos, o intermedios, quizás habrán hasta los que sean suaves, o fortísimos, así como también se hacen invisibles por su exagerada rapidez o lentitud entre todas las cosas, y es cuando “vemos” al “tiempo” como una “dimensión” que puede manifestar “la forma” a cómo es el espacio de cada parte de lo que se observa y se siente, algo así como cuando vamos a un supermercado y nos damos cuenta que está lleno de personas, y si esa llenura hace que todo se distorsione en nuestras mentes e incluso hasta en el sentir del corazón, es porque lo que observábamos en ese instante no es lo que queríamos para nosotros, o solo tal vez es que no estamos acostumbrados a querer estar a un tiempo fuera de toda lentitud, he aquí donde podemos relacionar “lo lento” con la calma, el reposo, y la inmovilidad, pero así como es arriba es abajo (“lo dual”) a veces “lo lento” no sirve para la existencia de lo que nosotros somos como individuos, y es donde cabe la pregunta ¿qué es lo que quiere el individuo?, ¿qué las cosas pasen según a lo que él quiere?, ¿o que todo pase a según a lo que quiera lo causal y lo transitorio de la vida?, llegando así a una conclusión a base de estas preguntas que no todo espacio es o será correspondido para aquello que siempre quiere evolucionar a su propia manera, pero cada espacio sí es correspondido para cumplir un papel importante y hacer que la metamorfosis en todo lo que existe pueda estar, y dejar de estar para luego ser, y querer ser sin que el espacio lo frene al tiempo que lo conforma, lo abraza, y lo escucha, siendo entonces lo correspondido el lugar exacto para reunir las herramientas necesarias que nos llevarán hacia esa evolución de lo que queremos “si lo que queremos” se mantiene entre los aprendizajes, los sentires, y las enseñanzas. La naturaleza de cada ser viviente que habita sobre los espacios de sus alrededores no le cohíbe ni lo capciona a no moverse sobre otros espacios de su propio tiempo o de otros tiempos fuera de todo espacio personal, me explico, las cohibiciones muchas veces provienen de “los orígenes” que se representan bajo “los desarrollos y experiencias” de cada ser viviente, y si estos no hacen nada para romper, eliminar o brincar esos “muros” es aquí donde la excusa sobre los espacios y los tiempos se hacen en los culpables de lo que por sí son inocentes, ya que la verdadera culpa debe ser señalada hacia aquel origen que no supo ni quiso mejorar, sino que prefirió excusarse ante que reconocer su propia falla, la no observación de lo que sí es, aunque eso signifique que el tiempo no juegue al equipo del que observa, porque si el que ha observado se queda nada más con lo que pudo sentir, ¿de qué sirve entonces “poder sentir” si lo que se sintió no se convierte en un “aprendizaje” a quien al menos todavía no sabe cómo observar?, en virtud que “la observación” no se trata de ver por medio de los ojos, ya que muchos miran a donde sea y ni saben qué es lo que están mirando, o peor aún, que lo que busca siempre estuvo al lado o al frente de su pupila, solo que la pupila no realizó el enfoque correcto para así percibir, recibir y sentir a lo que se refiere la palabra “observación”, porque la observación es querer ver “de adentro hacia fuera” y no a su contrario. La observación es un conjunto de formas que se contemplan bajo una sola unidad de un núcleo simétrico; mas sin embargo “lo simétrico” no es “el todo” de la “observación de lo que existe”, porque fuera de toda simetría se haya lo que aún se mantiene sin forma alguna; por tal motivo, si la observación es simétrica ante lo que se siente, “lo que no existe” también es parte de la misma observación, solo que si no se siente nunca se podrá observar desde el punto de vista de un todo, aunque ese todo no se vea como algo estético (asimetría). El conocimiento es la llave hacia la sabiduría, solo qué, “la sabiduría no es absoluta” sino que evoluciona a cada milésima de segundo mientras que su propia expansión se va regando sobre cualquier espacio o tiempo a donde ella se encuentre, pero lo que sí se ve como “algo absoluto en la sabiduría” es si el conocimiento no abre las puertas aun cuando las llaves estén disponibles bajo su poder; y si de poder se trata, ¿qué papel juega la sabiduría si esta no siente lo que observa?, ninguno, porque de nada sirve querer ser sabio si no podemos o no queremos sentir las cosas a cómo son, hermosamente equilibradas, y equilibradamente imperfectas, como bien dijo alguien alguna vez, “si toda la sabiduría de la creación recayera sobre la palma de nuestras manos, la pesadez no nos permitiría respirar lo que aún nos mantiene con vida, el aire y su oxígeno, dos elementos que la naturaleza te ofrece como un origen de lo que es, un espacio que no cambia por sí solo en su propio tiempo, sino que cambiará si el espacio y el tiempo de quien lo respire le transforma la gracia de su propia naturaleza”, y si de naturaleza hablamos, cabe mencionar que el sentir es parte del todo, que el conocimiento es parte de la sabiduría, y que la observación es parte de lo que se detalla, se siente, se aprende, se expresa, se respeta, se conecta, se desapega, se enseña, y se vincula en otro sentido, y se valora desde la amplitud de los sentidos propios de cada espacio, de cada tiempo, de cada universo, de cada estrella, de cada galaxia, y de cada mundo dentro de estas mismas galaxias, porque de no ser así, la observación jamás será concebida desde el conocimiento y del sentir. Todo lo que observamos son formas simétricas y asimétricas, y si no comprendemos que “la forma de todo lo que existe” es solo “una parte de la forma de lo que se percibe”, la percepción de una mala observación no hará que cambie nuestra propia realidad; pero si el conocimiento y el sentir le da forma a nuestras observaciones, lo diferente, será la gracia de lo que seamos. Y como dicen por ahí, “no todo, es lo que parece”.

- Prof. Miguel Orellana. 
“Te abrazo en luz, te bendigo, y te decreto feliz vida”