Domingo #51 de cuarentena

 El año tiene 52 semanas, presumimos que deberían ser igual cantidad de domingos que están para que las mayorías descansen de la rutina diaria, sobre todo aquellos para quienes el fin de semana comienza el sábado a mediodía, cuando es la única oportunidad de ponerse al día con los quehaceres de la casa, salir con los niños o compartir en familia, en todo caso son días relacionados con el ocio a pesar de que algunos lo ocupan en menesteres religiosos. Este año, por culpa de la pandemia será la primera vez en la historia humana donde tantos se han visto obligados a repetir los domingos los siete días de la semana por estos últimos cuarenta y tantos días debido a la cuarentena.

Seguramente muchos se alegraron la primera semana pensando que sería rápido, otros (como yo) vimos esfumarse algunas oportunidades laborales que se abrían por esos días, hasta veíamos la luz al final del túnel, ahora toca replantearse todo según quede el mundo cuando se acabe tanto la epidemia como sus secuelas. Recuerdo aquel viernes 13 ,salí de mi trabajo aprovechando la neurosis colectiva que desató el anuncio de la cuarentena, luego del anuncio en cadena nacional hubo llantos, risas nerviosas, chistes y hasta el grupo de idiotas que jamás falta hizo algunas payasadas con las máscaras quirúrgicas, a pesar de todo ya había pautado una salida con una buena amiga, por azares del destino habíamos tenido que reprogramar muchas veces, tantas que terminé por decir que si ese viernes no caía un meteorito de ninguna manera reprogramaría los tragos así que bajo la excusa de unos nervios que no sentía terminé en un restaurante chino tomando las cervezas más frías de toda Caracas. La diversión con mi amiga duró hasta que la policía muy amablemente obligó a los que allí estábamos a retirarnos a nuestras casas, comenzaba la pesadilla de días muertos.

Por asuntos de la vida vivo solo, imagino que el encierro me ha vuelto tan insoportable que hasta el gato se mudó a la casa del vecino, aunque ese es mi padre igual es casa ajena pero ahí siempre hay más comida que en casa y mi viejo quiere más a los animales que a la gente (incluidos sus hijos) , en un principio me propuse inventar historias nuevas, dedicarme a recuperar el sueño perdido, es que la rutina de la semana es exigente por lo que mis días comenzaban muy de madrugada para terminar entrada la noche por tanto ya la idea de no madrugar es algo en verdad agradable, con lo que no contaba es que siempre odié los domingos, excepto cuando los pasaba con mi hija o estaba enamorado y en esta época no sucede nada de eso, como en casa no hay señal de internet salgo cada tres días para sentarme en alguna acera de la ciudad donde saco el móvil para ponerme al día con las noticias , a estas alturas estoy que dejo de hacer eso porque no hay noticias alentadoras en ninguna parte, todas hablan de crisis económica, petróleo a cero, bolsas de valores en quiebra, escasez hasta de gasolina, muertes a granel, políticos en cosas aún más raras que de costumbre, posible quiebra de los mercados internacionales y lo más desesperanzador es que todo apunta a que el puto covid19 durará hasta que mate a todos los no inmunes.

El castigo de vivir en domingo cada día parece sacado de la imaginación de algún sádico ilustrado que en medio de una larga fuma cannabinica le dio por armar el guion más alocado de la historia planetaria, no es solo que lea las cuitas de mi amigo médico quien tiene un consultorio en una de las clínicas más caras del estado pero que por falta de combustible pedalea 42 kilómetros interdiarios para atender pacientes, el buhonero que pesa los billetes en vez de contarlos, el galón de gasolina en 20$ (más caro que en USA) aunque de mercado negro muchos prefieren recurrir a él en vez de hacer los dos días de cola expuestos a cualquier peligro por parte del mal hacer de los amigos de los ajeno, los policías atracadores que cada vez son más comunes, ministros narcotraficantes, vicepresidentes con orden de captura internacional, pueblos como base de guerrillas a los que nadie toca y pare usted de contar cuantas cosas suceden en el mundo que uno ni se entera, parece ser que todos se han vuelto locos con el agravante de que uno está en el vórtice mismo sin posibilidad de escape, solo queda apretar los dientes y buscar el rincón menos visible para evitar ser daño colateral.

Antes de la cuarentena lo único que me gustaba del domingo es que venía el lunes y con él la promesa de que algo bueno sucediese, por aquello de que todo volvía a estar en movimiento y habría chance de comenzar nuevos proyectos o terminar viejos pues los fines de semana son muertos , ahora vivimos en un largo domingo que no da señales de terminar, casi parece uno de esos meses de los polos donde o nunca es de día o jamás anochece , en este trópico de cielos azules lo único que parece moverse es el sol y las malas compañías , de resto todo lo demás está en un limbo que ya lleva visos de pertenecer a la literatura por aquello de lo largo, 43 domingos es casi un año pero condensado en mes y tanto desde aquel viernes de trece de marzo cuando se dijo que debíamos volver a nuestras casas para evitar el contagio.

Tengo la impresión que cuando por fin acabe la cadena de domingos será como retomar el trabajo una semana después de un incendio en la oficina, todo será recoger los escombros , ver cuantos podrán seguir trabajando y adaptarse a la nueva forma en que se llevaran las cosas, el apocalipsis no es solo un chiste, a pesar de que muchos de los mayores de cuarenta siempre imaginamos que el fin seria luego de una guerra nuclear, tanto así que aplaudimos el fin de la guerra fría , nadie contó con que aparecería una epidemia en pleno siglo XXI con los mayores adelantos médicos de la historia de la humanidad que además sumiría a casi todos en el mismo foso del caos por la misma razón, para empeorar todo a pesar de los muchos husos horarios, diferencias étnicas , económicas, sociales y laborales, en todo el mundo sigue siendo el mismo domingo largo, triste y aburrido que ya va multiplicado por 51, sumando horas a la nada de la cuarentena.

José Ramón Briceño

05-05-2020